Nominación – Hacerse un nombre

Ni fruto, ni cáscara, ni cita, ni delirio especular: si hay un nombre - eso está por verse - está en el verbo más que en el sustantivo. Quiero decir, eso está en el hacer. Es del orden de la acción más que de la conclusión. La noción de "final" enturbia el asunto al punto de bordear un retorno al punto de capitón. Que los finales existen, existen, pero se trata más de acentuar la idea de finalidad que de fin. Pues todo final es condicional al sin ley de lo real. En el fondo la cuestión es ¿para qué querríamos un nombre? No se trata de pesimismo, ni de estafa ni de ninguna de esas brutalidades con las que asustamos a los lectores. Hablo de "Prudencia Freudiana" - bien podría ser el nombre de un cuento de Fontanarrosa - certera expresión de María Moreno en Oración [1] advirtiendo que un nombre es un acontecimiento del decir. Que el nombre viene del Otro es una obviedad que nos gusta olvidar. Desmemoria y defensa que el análisis debe perturbar de la buena manera. Que vaciada esa ilusión advenga otro, ya es una enormidad. Confundir el nombre con una marca o un producto parece más bien un problema del mercado que del psicoanálisis. No hay copyright del goce. "En el pase, una vez atravesado el fantasma yo podría alcanzar el nombre de mi sinthome y sus consecuencias. Pero eso no durará más que un momento, la repetición me arrastra. De hecho mi nombre no es Poordjeli ni Toro Sentado ni Danza con Lobos, tampoco es Nadie, Capitán Nemo o No. Pero no por eso dejo de estar identificado, mi nombre es Aún, mi nombre es sentido fugado…Psicoanalizantes, psicoanalistas, sujetos divididos, desgraciados como todos lo somos, ¡un esfuerzo más en el desenredo del nudo!" [2]

Joyce no se hace un nombre al publicar. Si deseó trescientos años de desciframiento es porque intuyó que un nombre es algo que se sigue haciendo aún o que se roza cuando cesa la ilusión de ser contemporáneo de uno-mismo.