La apuesta analítica, más allá de la realidad de la discordia
por Darío Galante

"Rostro cerrado y labios cosidos, no tienen aquí la misma finalidad que en el bridge. Más bien con esto el analista se adjudica la ayuda de lo que en el juego se llama el muerto, pero es para hacer surgir al cuarto que va a ser aquí la pareja del analizado, y cuyo juego el analista va a esforzarse, por medio de sus bazas, en hacerse adivinar la mano; tal es el vínculo, digamos de abnegación, que impone al analista la prenda de la partida en análisis".
Lacan, J. Escritos 2, La Dirección de la Cura, Siglo XXI, Bs As, 1987, p. 569
La cita se enmarca dentro de lo que para Lacan son tres niveles de la acción analítica: la interpretación, la transferencia y el ser.
En esta referencia al Bridge retoma los cuatro lugares establecidos en el esquema lambda y cómo se ponen en juego en la transferencia.
Lacan pregunta cuál es el lugar del analista en la transferencia, ¿el que la analiza como resistencia?, ¿el que impone su idea de realidad?, ¿o el que interpreta aprovechándose del malentendido que la transferencia dispone de él?
Esta última posibilidad da una orientación clínica precisa.
Siguiendo la formula del Bridge, el analista juega al muerto, para que mediante su abnegación, es decir resignando sus propios ideales, ponga en juego la partida del análisis. Es decir, la función del muerto en este caso es hacer surgir al Otro de la transferencia, lugar desde el cual es posible la interpretación.
La partida analítica, entonces, continúa mientras no exista el afán de dirigir al paciente sobre lo que sería más conveniente a su realidad. La dirección, por lo tanto, es sobre el tratamiento, más allá de la realidad de su discordia...