Ficación
por Ricardo D. Seldes
1. Las discordias y el tiempo
Hablar de las discordias de las identificaciones nos exige aclarar si se trata de una disputa entre los ideales de un mismo individuo o, como en el mito de la manzana de la discordia, una lucha política, donde tres diosas tocadas en su narcisismo inician, sin quererlo, una guerra, la de Troya.
Si unimos ambas concepciones captamos que la clínica no es atemporal. Los sujetos se presentan ante nosotros a partir de los significantes que le fueron atribuidos, cada diosa tenía un atributo que otorgar: poder, saber, belleza.
Quizás sean las identificaciones las que nos advierten acerca de las modalidades de goce de cada época.
Nos ubicamos en un tiempo en donde coexisten exigencias sociales con las aspiraciones, el derecho a la libertad de satisfacer las pulsiones, donde cada delirio singular, hablan de los límites que antes tenían a los sujetos fijados a identificaciones fuertes. Si éstas predominan los sujetos son probablemente menos sensibles al imperativo ético del superyó: ¡Goza en forma imposible!
¿Las identificaciones hacen gozar al individuo o lo limitan? Pregunta que tiene una respuesta tan paradojal como aquella de si el trauma mortifica o vivifica al ser hablante.
2. La ficación y la insondable decisión del ser
Las enseñanzas de Lacan pusieron el énfasis en concebir al sujeto como falta-en-ser, fundamento de la necesidad (estructural) de las identificaciones.
¿Qué viene a reemplazarla cuando esa concepción se desvanece?
Respuesta: el agujero de lo simbólico [1]. En la cara más profunda del fantasma, el sujeto se agarra a sí mismo en el momento de su pérdida, de su desaparición.
Los significantes le son atribuidos a los sujetos. Sin embargo, para que un significante produzca una identificación, una "ficación", dice Lacan, implica que se den ciertas condiciones. Ya al hablar del troumatisme de lalengua lo debemos a referir a esos momentos contingentes en donde el significante toca el cuerpo produciendo un acontecimiento, una vivificación. Sin embargo, queda siempre como pregunta sobre la causa, ¿por qué esos significantes? ¿Por qué algunos rasgos?, ¿por qué algunas formas deseantes introducen un deseo, una pequeña o gran envidia, una captación de la impotencia del Otro?
No nos queda otra alternativa que apelar a esa maravillosa y enigmática frase de Lacan que habla de "la insondable decisión del ser". Lo diremos en cortocircuito porque tanto la falta en ser de cada quien o sus modos de completamiento, complementamiento o suplencia dependen de lo que para cada uno implica esa "insondable decisión del ser". Lacan se la atribuye al loco, en "Acerca de la causalidad psíquica", supuestamente al sujeto menos responsable de todos.
Vayamos un poco más lejos. Hasta el modo en que cada uno delira es dependiente de esa decisión. Captamos la asunción de una responsabilidad en el mismo sentido de asumir, tal como señala Freud, la responsabilidad moral en los sueños de lo que habita y produce el inconsciente, en tanto se trata de un inconsciente hecho de un material que nos habita, un depósito que se ha inscripto en nuestros cuerpos, un inconsciente que no está hecho de los efectos en un cuerpo imaginario, sino un inconsciente que incluye la instancia de lo real como pura repetición de lo mismo. Y ahí captamos el fantasma y lo que al análisis puede alcanzar como nombre del fantasma.
Con eso no alcanza. En las estructuras clínicas, el encuentro con el goce es algo desmesurado, no previsto. En general, es "traumático", y deja una marca. Debajo de las conexiones significantes se puede encontrar ese punto. Y se debe encontrar ese punto. No se puede deducir.
3. Nombrarse
¿Cómo pensar las modalidades de identificación que se ponen en juego con el uso de los significantes que nombran a los sujetos? Partimos de que éstos, aunque su uso sea compartido, son particulares para cada uno y el tipo de identificaciones a las que él consienta dependerá de su estructura y del modo en que ha respondido al troumatisme de lalengua. Se trata de alguna suerte de saber hacer con el goce, con lo que aparece como exceso, con lo que no se inscribe con los "artefactos" o las metodologías tradicionales.
Así sea la imagen del perfil en una red social, del avatar de un video juego, de la ropa, del corte de pelo, de los prototipos de delgadez, o de los cortes sobre la carne, se trata de un lábil, efímero, pero en definitiva un "entre todos" y en este punto entendemos que, por ejemplo, las Tribus Urbanas pretenden regular y establecer, en concomitancia, algo del lazo social.
Tenemos las nominaciones, me gusta decir más elección de nombres o "ser nombrados". Veganos, paleos, crudívoros, alcohólicos, beatniks, hippies, punks, grunges, hipsters, floggers, freaks, darks, góticos, cumbieros, bloggers, cross-dressers, gays, trans, lesbianas, queers y siguen los nombres… ¿Alcanza el nombrarse (ser nombrado) para adquirir una identificación, aunque sea transitoria? ¿Se adquieren identidades a falta de tener una identificación que posibilite un anclado en la subjetividad y de recursos para armar un lazo con el otro sin referencia a un ideal? ¿O es preciso además un procedimiento que las garantice? Identificaciones lábiles que las pantallas facilitan, juego de espejos; habrá que pensar, uno por uno, en el camino que va del mimetismo, de la imitación que no es identificación, del uso del semblante a la construcción del cuerpo. ¿Qué responsabilidad hay, qué decisión? ¿Nos autorizamos a hablar de comunidades de goce cuando en todo caso se trataría de identificarse con un imaginario colectivo que sueña cómo el Otro goza?
En las identificaciones hoy, no se teme al padre que te mira mal, se realizan protestas. O por el contrario se reclama el retorno del Padre, y lo sabemos, cada vuelta lo hace más cruel y segregativo.
4. Identificación e identidad
Bernard Seynhaeve en su pase nos habla no de una elaboración de saber sino de un encuentro, de un encuentro del que uno se vuelve responsable al reconocer allí el signo del final. Se trata de un acto y no de cualquiera, puesto que tiene que ver con algo que respecta a la "insondable decisión del ser" que es reconocimiento del final. Desde aquí nos preguntamos si el análisis no se trata de la asunción de la responsabilidad asociada a esa decisión de engancharse a ciertas identificaciones y no a otras. Nos son atribuidas pero nos enganchamos a ellas para suturar ese agujero en lo simbólico. El fin del análisis produce una imposibilidad de identificarse con el propio inconsciente. En ese sentido, la identificación con el síntoma es el reverso de la identificación histérica.
Cuando Miller conversa con él en Piezas sueltas comentan que hoy hay una sustitución de la identidad por la identificación. La identificación prevalece sobre la identidad. Lo que la naturaleza o la cultura establecen como identidad es sustituido por la identificación, o sea un proceso. La diferencia entre una y otra es que hay "ficacion", fabricación, artificio y semblante, es decir, se pone a funcionar un modelo a partir del cual opera el proceso de identificación: el Padre del nombre es esa capa significante que viene a añadirse a lo real. Tal como Jacques Lacan planteaba las cosas, antes de lanzarse al Seminario 23, nos sexualizamos a través del goce, a través del modo de gozar. El sujeto implica la inscripción de un vacío, y es el resultado en donde se conjuga la heterogeneidad del sexo y el goce.
El psicoanálisis acepta el discurso social, el Otro, el discurso del amo, la política de las identificaciones sociales y al mismo tiempo las pone en tela de juicio porque apunta al estatuto del sujeto anterior a esa captura e intenta despertarlo del fading identificatorio. Lo opuesto a la psicoterapia sugestionante.
5. El S1, el nombre y las identificaciones
Evidencia que el imperio del significante amo solo llama a la identificación. James Joyce es quien se sintió llamado a otra cosa que a identificarse como los demás. Y se abocó a valorizar su nombre, su nombre propio a expensas del padre. O sea, valorizar su nombre en su singularidad. Acá el nombre propio hace todo lo posible para volverse más que el S1, más que el significante amo. El nombre propio es distinto del S1.
La identificación convierte al sujeto en una presa ofrecida a las operaciones de prestigio que se sostienen por la identificación al S1 y dejan atado al sujeto a los ideales.
La civilización empuja al sujeto a vivir por encima de sus posibilidades. El análisis por cualquier vía que se lo aborde va contra la identificación va contra la estabilidad que se espera de la identificación.
El sujeto se encuentra marcado por la voluntad del amo [2], es a partir de un consentimiento. Y un análisis hace tambalear el consentimiento del sujeto a la identificación.
6. Separar al S1 del S2
Nuestra pregunta es: ¿desde dónde se hace la identificación?
No es posible captar mediante la observación directa lo que se presenta en las identificaciones. Es desde el ideal del Yo. No es del orden de lo observable como la imitación, sino de lo deducible, es de orden lógico. De allí el fracaso interpretativo del orden: "usted igual a su padre". Eso hay que dejarlo a mi tía Sarita.
¿En qué sentido el ideal del Yo es una identificación? Yo estoy donde me veo, donde está mi imagen. Es el estadio del espejo. El pivote de las identificaciones es una identificación. Yo estoy en donde me veo, donde está mi imagen. Pero también estoy donde me miro.
Si el psicoanálisis sabe inventar en la discordia del orden simbólico contemporáneo como continuar siendo el partenaire que tiene la posibilidad de responder en la cura, no será sino como analista trauma, aquel que perturba la defensa y los sentidos. Es en el encuentro con lo real de "lalangue", donde los significantes amos del sujeto se aíslan de los múltiples lazos que habían tejido que toman una dimensión real. Su retorno a las cadenas identificatorias se vuelve imposible. Es cuando de verdad el S1 se encuentra separado de S2, algo que no esperamos en al análisis de todos los significantes amo. Basta que algunos lo sean lo suficiente para salir de la tontería.
El fantasma puede "atravesarse". La identificación de un modo de goce modifica lo que entendemos por identificación. El movimiento del psicoanálisis es doble. Por una parte, autoriza que se aflojen las identificaciones de los significantes amo, y por otra parte permite el cercado de un agujero. El pasaje del significante amo al agujero en el lenguaje no se hace sin restos.
A medida que el sujeto despliega las diferentes identificaciones que tramaron su historia, se revela que la identificación no sólo es múltiple, sino que es imposible. Nadie puede identificarse con su propio inconsciente. El sujeto puede soñar con aislar su fórmula. El agujero en la lengua del sujeto se produce en la cura analítica por su vertiente de experiencia lógica. Lacan aísla la función lógica de la letra como argumento de una función, F(x), como la de un agujero en el lenguaje.
El agujero cavado de este modo en los enunciados del sujeto no es suficiente, aún es necesario que el sujeto se sumerja en el agujero abierto en y por el inconsciente.
7. Usos del nombre propio
Nos interesamos en la crítica del nombre propio a partir del paradigma de la no relación sexual. Consideremos que en nuestra cultura los nombres son captados por un mercado, cualquier nombre vale, pero el verdadero nombre es el DNI. Podemos agregar que nuestra identidad, nuestro nombre, es asegurada por Google o Facebook. El big data hace y hará un buen uso de otorgarle a los sujetos el amo contra el que protestan, gracias al uso de los datos que proporcionan en las redes sociales.
Lacan decía que nombre propio señala un límite indicado por el hecho de que a través de todos los mundos posible de las lenguas el nombre propio no se traduce. Nuestra elección de nombres se basa en prácticas legales y sociales. El criterio real mediante el cual se podrá fijar un sistema de nominación es un criterio de uso.
La cualidad del nombrar es que los nombres agujerean el sentido y lo abrochan al mismo tiempo. Indican el lugar del goce y señalan la defensa del sujeto contra él. El nombre propio es una falla entre dos nombres, la huella del sujeto entre dos significantes que se precipita en la falla, depende de la cadena de prácticas que él instaura e inaugura. Un uso que nos hace pragmáticos, pero no nos pone en posición de adorarlo, un nombre propio puede ser triturado como cualquier significante, con todo respeto, quiero decir que no es lo mismo comer raclette que comer Rackilette. Hoy todos comemos algunas delicias en el banquete de Irene y Racki y se los agradezco.
Apuntamos a los nombres del sujeto, el nombre de su fantasma, el nombre de su síntoma y luego el de su sinthome cuando es posible.
La estructura lógica de cada uno de esos nombres es diferente. De todos modos, la búsqueda del nombre no cesa, mientras se prosigue la conversación con el partenaire-síntoma, al que solo se alcanza con la pulsión parcial, aunque apunte a él con el significante al que se le dirige con los enunciados. J.-A. Miller se pregunta: ¿Quién le otorga reputación a un nombre?, ¿por qué prende?
¿Qué creencia merecen los nombres? Hay una cantidad de nombres en los que creemos inquebrantablemente. Por ejemplo, el nombre psicoanálisis.
Para nosotros no para todo el mundo. Son todas cuestiones que involucran a la relación entre lo simbólico y lo real. J.-A.Miller toma el nombre de depresión como un significante marca, diríamos, con renombre. Es lo peor de la clínica de la remodelación, del aplanamiento de la clínica que aspira a que caduque el nombre Neurosis.
8. Suplencias
Hay algo con el "ser nombrado para" de suplencia que toca el nombre del padre, esté o no. La asunción o no de la paternidad es un tema del máximo interés hoy. Sabemos el efecto que se produce en algunos hombres cuando tienen que enfrentar ese momento. No por ser llamados padres, sino que padre implica nombrar, lo que Lacan en el Seminario 3 relaciona con la pregunta por la procreación. La paternidad al igual que la maternidad tiene una esencia problemática; son términos que no se sitúan pura y simplemente a nivel de la experiencia.
Existe de todos modos una cosa que escapa a la trama simbólica, la procreación en su raíz esencial: que un ser nazca de otro. La procreación está cubierta, en el orden de lo simbólico, por el orden instaurado de esa sucesión entre los seres. Pero nada explica en lo simbólico el hecho de su individuación, el hecho de que un ser sale de un ser. Todo el simbolismo está allí para afirmar que la criatura no engendra a la criatura, que la criatura es impensable sin una fundamental creación. Nada explica en lo simbólico la creación. Nombre e invención van juntos. Aun cuando hay nombres falsos, o nombramientos vacíos, falsos semblantes.
La verdadera desposesión primitiva del significante será lo que el sujeto tendrá que cargar, y aquello cuya compensación deberá asumir, largamente, en su vida, a través de una serie de identificaciones puramente conformistas a personajes que le darán la impresión de que hay que hacer para ser hombre o ser mujer. No hay el último nombre en el mar de los nombres.
Así es como la situación puede sostenerse largo tiempo; como los psicóticos viven compensados, tienen aparentemente comportamientos ordinarios considerados como normalmente viriles, y, de golpe, se descompensan.
¿Qué vuelve súbitamente insuficiente las muletas imaginarias que permitían al sujeto compensar la ausencia del significante? ¿Cómo vuelve el significante en cuanto tal a formular sus exigencias? ¿Como interroga e interviene lo que faltó?
Lo relacionamos con las identificaciones sociales positivas o que funcionan como suplencia en las psicosis no desencadenadas en tanto el Nombre del Padre tiene que ver con asumir una función social. Y la catástrofe cuando se pierden.
El tiempo nos limita. La externalidad social también.
Junio de 2018
NOTAS
- Miller, J.-A.: "Tener un cuerpo", en Revista Lacaniana N°17, Grama, Buenos Aires, 2014.
- Lacan, J.: El seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992, pág. 29.