¿En qué creen los que no creen?
por Paula Vallejo
"Crean ustedes en Dios o no -yo no creo, pero no importa, para quienes creen es lo mismo-, conserven en el huequito de su oreja que con Dios, en todos los casos, hay que contar.
Es inevitable."[1]
Jacques Lacan
Seminario 19, p.198.
En los inicios de mi práctica en el hospital, una frase me interrogaba en su repetición: "Yo no creo en el psicólogo". Esa frase me enfrentaba a una paradoja, porque quien la enunciaba estaba allí, hablando con una psicóloga, y declarándose increyente. ¿Por qué venía entonces?
Al mismo tiempo, la idea de que era necesario "creer en", me evocaba la experiencia religiosa, que contradecía lo que yo creía que era esencialmente el psicoanálisis: una experiencia de saber, que nada tenía que ver con la religión.
Pasó tiempo hasta que pude unir ambas cosas y aceptar que por más atea que me creyese, se trataba de la creencia en el Otro, que eso era lo religioso en la vida de cada quien, y que esa creencia, necesaria para empezar un análisis, se volvía luego un obstáculo para salir de él.
Punto de partida
En su presentación en La Plata, de éstas, nuestras próximas jornadas, Irene Kuperwajs planteó que tanto la identificación como la creencia pueden ser pensadas como "soluciones posibles frente al trauma de la no relación sexual en el parlêtre". A partir de allí, me formulé la pregunta acerca de qué relación hay entre ambas y cuál es su destino en un análisis.
Creencia
El término proviene del latín credere, que quiere decir fiarse, confiarse, retener la verdad.
Según el diccionario, "una creencia en sentido amplio entraña un paradigma que se basa en la fe, ya que no existe demostración absoluta, fundamento racional o justificación empírica que lo compruebe. Por eso la creencia está asociada a la religión, la doctrina o el dogma".
En psicoanálisis, el término "creencia" sitúa fundamentalmente al sujeto respecto del Otro al que se le presta fe. La creencia exige el lugar del Otro y está, por tanto, ligada al acto de palabra. Es un efecto de esa insondable decisión del ser que dice sí al significante, y que inaugura para el sujeto la posibilidad de habitar el lenguaje.
Lacan afirma que "Se puede creer sólo en aquello de lo que no se está seguro; aquellos que están seguros, no creen, no creen en el Otro, sino que están seguros de la Cosa."[2] Por ello, en la clínica constatamos que a diferencia del neurótico, el psicótico ironiza, ironiza porque no cree. Esta aparente libertad tiene su precio, pues el sujeto psicótico padece de la imposibilidad de creer, tal como ubicó Lacan al retomar el término freudiano de Unglauben.
Por su parte, J-A Miller señaló que el neurótico cree excesivamente en lo que el significante conlleva, es decir, que lo toma en serio, en vez de jugar. Extraemos una orientación clínica de la idea de que con el significante se podría jugar, es decir, remover esa seriedad que lo fija a un sentido, devolverle la movilidad. Jugar con el significante, al que se toma tan en serio, permite no creer tanto en su sentido. Pero para ello es necesario tomarlo como algo separado del padre, que es el punto de capitón último presente en la construcción de todo sentido neurótico.
Sabemos que en la clínica, jugar con el significante es abrir la dimensión del equívoco, vale decir, explotar la materialidad del significante que Lacan denomina letra. Es la letra la que posibilita al analizante ir más allá de la creencia en el padre como Otro. Por eso podríamos definirla -en palabras de Silvia Salman-, como ese significante desanimado de la creencia en el Otro, que es necesario encontrar en un análisis.
"Creer en": de El padre a una mujer.
La creencia en el padre es la primera forma que adopta la creencia neurótica en el Otro. Freud concibió la estructura neurótica organizada en torno a la prohibición paterna sobre el goce. Eric Laurent señala que Lacan fue más allá, al ubicar que hay una grieta intrínseca al goce que no depende de ninguna prohibición, lo que le permitió pasar del padre a una mujer y su goce suplementario[3].
A diferencia de la religión, que funda la creencia en la fe en Dios, el psicoanálisis, tal como Freud demostró en "Moisés y la religión monoteísta", sitúa como fundamento de toda creencia, la existencia de "un goce imposible de simbolizar"[4]. De este modo, detrás de toda ficción –que como tal supone la creencia en el sentido- es posible ubicar un punto inasimilable que funciona como causa eficiente de la misma. Lacan lo decía al afirmar que "el impasse sexual secreta las ficciones que racionalizan el imposible del que (éste) proviene"[5]. Es ese punto inasimilable lo que le da cuerpo a la creencia. Sólo a condición de situarse respecto de ese real, el psicoanálisis puede ser otra cosa que una religión.
Esta perspectiva me permite introducir la dimensión del acontecimiento de cuerpo. Como analistas de la orientación lacaniana creemos en el acontecimiento de cuerpo, experiencia del trauma de lalengua que hace agujero y posibilita alojar un goce singular. Situamos aquí la discordia por excelencia, efecto del significante que da nacimiento al parlêtre como sujeto afectado en su cuerpo por el hecho de ser hablante.
Tal como subraya el argumento de las jornadas, la discordia no es sólo "un efecto" sino que se constituye en "la fuerza propulsora de las creencias".
Concebir la discordia como la grieta de la no relación sexual orienta al analista hacia la lectura del acontecimiento de cuerpo, y es esta lectura la que permite al analizante el desplazamiento de la creencia en el Otro, que supone en el horizonte al Nombre del Padre, a la creencia en el síntoma como modo singular de gozar.
Si creer en La mujer es una forma de creencia congruente con hacer del padre un Dios, y es la expresión misma de la creencia neurótica, de lo que se trata en un análisis es de servirse del padre de la père-versión, aquél que ha sido capaz de creer en una mujer como su síntoma y ha podido transmitir a su descendencia un modo de arreglárselas con lo real del goce. Servirse de esa père-version hasta lograr -como dice Laurent- "soportar que un significante puede designar muchas cosas sin creer en eso"[6].
Identificación
Las psicosis nos demuestran, como señala JAM, que "ninguna identificación es operante, ningún trazo, ninguna marca sobre el sujeto es operatoria sin una decisión del ser"[7]. Y también nos enseñan que "el paso (pas = no) de la forclusión como recusación del atractivo de las identificaciones es, sin duda, la condición de toda invención de saber certero que se verifica en lo real"[8]. Sabemos que el psicótico que no se deja seducir por las identificaciones, se ha dejado "tentar -el término es de Lacan- por el riesgo de la locura"[9]. ¿Rehúsa la discordia? No. El también es un sujeto efecto del lenguaje, es un ser hablante como cualquiera. Pero uno que se rehúsa a tratar su vacío con la identificación. Sin ese semblante, la discordia se vuelve feroz, exige respuestas y lo fuerza a una invención solitaria, a un saber hacer que es consecuencia de su posición ética.
Al coraje del psicótico, Lacan opone la cobardía del neurótico, que se viste con los colores del Otro, se hace amable o detestable para ese Otro, y a partir de este primer consentimiento ata su vida a la mirada y a la voz de un Otro que le asegura su existencia.
Así las cosas, todo indicaría que es necesario creer para identificarse. Y que si uno no cree y por consiguiente no se identifica está para encerrar.
Producir un ateo viable
Lacan dijo que el psicoanálisis es quizás lo único capaz de producir un ateo viable. Durante la Jornada Zadig del pasado 19 de mayo, Eric Laurent definió la posición del ateo viable como aquella que no se apoya en la creencia para orientarse en la verdad mentirosa. Dijo que si uno tiene como guía la verdad siempre va a contradecirse porque la verdad no es separable de la mentira. (Pero) si tenemos como guía lo que toca a lo real, con eso tenemos la posibilidad de no contradecirnos todo el tiempo.
Tener como guía lo que toca lo real es lo que condujo a Lacan a plantear la paradoja de una identificación al síntoma como fin del análisis. No se trata aquí del grado cero de la creencia, sino de poder sostener una creencia capaz de tocar un real.
Retomando la pregunta planteada en el título de esta presentación: ¿En qué creen los que no creen?, constatamos que el Otro, -el inconsciente, el padre, la identificación-, no es la única posibilidad. Se puede creer en el propio goce, en el lazo con una mujer, en una consistencia corporal. Pero para ello, tal como el psicótico lo enseña, hace falta tener coraje.
NOTAS
-
- Lacan, J. El seminario. Libro 19 …o peor. Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 198.
- Lacan, J. "Problemas cruciales para el psicoanálisis". Clase del 19 de mayo de 1965. Inédito.
- Laurent, Eric. Intervención en la Jornada Zadig del 19-5-18 , en: http://www.radiolacan.com/es/topic/1174/3
- Cfr. Argumento de las XVII Jornadas Anuales de la EOL
- Lacan, J. "Televisión". En: Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 558.
- Ibid 3
- Miller, J-A. "Sobre la lección de las psicosis". Conferencia dictada por J-A. Miller en París en las Jornadas de Otoño de 1987.
- Ibid.
- Ibid